TRAUMA

Panorámica del trauma

Los profesionales de la salud han podido observar cómo un agente endógeno o exógeno puede alterar, por ejemplo, el sistema inmunológico de una persona. La ciencia ha aislado los virus, los ha estudiado y clasificado según su peligrosidad. Para muchos de ellos contamos con estrategias preventivas que van desde las vacunas hasta el cuidado general de la salud y del medio.

En la producción y prevención de lesiones ocurre lo mismo. Hemos podido identificar los factores que contribuyen a la producción de una lesión. También hemos estudiado aisladamente cada variable de riesgo y hemos podido establecer la cadena de riesgo. De igual forma que con los virus, hemos establecido para cada situación de riesgo una conducta segura (usar cinturón de seguridad), un elemento de protección (el cinturón de seguridad), su difusión (campañas para recomendar su uso). Sin embargo aún no hemos podido garantizar la masividad que se requiere ni tampoco la continuidad de las medidas. Masividad y continuidad constituyen las claves para la prevención.

En este punto cabe preguntarse porqué la masividad y la continuidad resultan tan difíciles de garantizar. La respuesta surge del significado mismo de estos conceptos, dado que lo masivo compromete a cada uno y la continuidad cada vez. Veamos cómo funcionan estas definiciones en un ejemplo posible: el uso del cinturón de seguridad. Los estudios sobre los mecanismos lesionales (cinemática del trauma) fundamentan, a ciencia cierta, el beneficio protector del cinturón. Claro está, que para que así sea, es preciso que cada persona (todos) use el cinturón de seguridad cada vez (siempre) que se viaje en un vehículo a motor.

Además, la esencia de la prevención se manifiesta en lo complejo del escenario que facilita la ocurrencia de una lesión. Complejo como sinónimo de sistema en el cual juegan múltiples factores que interactúan. Cuando uno de esos factores no encastra en tiempo o en forma en ese sistema, entonces lo modifica alterando las condiciones normales -y seguras- de funcionamiento. La expresión de este fracaso del sistema es -en nuestro caso- la producción de un daño. Si nos situamos dentro de este sistema, entonces, somos parte responsable de este funcionamiento.

No importa quién provoca la fractura del sistema: el hecho de que sea otro o uno mismo tiene el mismo impacto en el sistema. Cada vez que «se» altera el funcionamiento del sistema estamos afectando directa o indirectamente nuestra vida. En este sentido, pierde importancia por qué o por quién se produce una falla de funcionamiento, mientras que sí adquieren relevancia las consecuencias que resultan, y que terminan, alterando el normal funcionamiento de una comunidad. Por ejemplo en el tránsito, la economía (costos de atención, años de vida y de trabajo potencial perdidos, pérdida de la productividad), la salud de las personas (en términos de muerte y/o discapacidad), impacto en el sistema de salud (capacidad de atención, equipamiento, capacitación). Sin mencionar el impacto que la muerte y la discapacidad tienen en la vida afectiva de las personas, que no podemos medir de igual manera.

Entonces, siempre y cada vez somos protagonistas de la dinámica de vida de nuestra comunidad. Cada uno de nosotros puede fortalecer y enriquecer la calidad de vida total del lugar en que vivimos. Y también tenemos iguales posibilidades de alterar la dinámica de nuestro sistema comunitario.

Lic. Laura Bosque
Directora del Comité de Prevención
Sociedad Argentina de Medicina y Cirugía del Trauma